Teología evangélica: Ubicación histórica parte 5
La teología evangélica (neo-evangélica; evangélica radical)
A mediados de la década de los 40, un grupo de cristianos básicamente conservadores, reunidos alrededor del Seminario Fuller y la figura de Billy Graham, rompió con los fundamentalistas y rechazó ese título. Abogaron por una teología más centrada y abierta, una ética no legalista sino fundamentada en convicciones personales maduras, y una nueva preocupación social. No definían su fe por los dogmas de la ortodoxia y el fundamentalismo sino, como su nombre indica, se basaban en los hechos salvíficos que son las buenas nuevas para la humanidad. Se esforzaron escrupulosamente en ser objetivos y justos con otros teólogos en vez de traficar en caricaturas.[18] Era claramente un fenómeno nuevo en el escenario teológico.[19]
En 1947 Harold Ockenga, entonces presidente del Seminario Fuller, acuñó el término de “neo-evangelicalismo” para identificar este nuevo movimiento. Sin embargo, este título no se impuso y dentro de una década, más o menos, por razones no muy claras, fue sustituido por “evangélicos conservadores”.[20] El nuevo apellido correspondía a una clara derechización del movimiento, en estrecha alianza con el Partido Republicano, y una cierta vuelta hacia el viejo fundamentalismo. Así en una medida significativa los “conservative evangelicals”, que ya eran numerosos y poderosos, eran de hecho “neo-fundamentalistas”, más sofisticados y cultos pero bastante parecidos en teología y política.
Frente a ese retroceso surgieron “los evangélicos radicales”(progresistas)que buscaban recuperar el impuso original del movimiento y llevarlo más adelante. Estos ampliaron considerablemente la libertad del pensamiento, dentro de los parámetros de “las sagradas escrituras y la sana razón” de Lutero o el cuadrilátero de Juan Wesley,[21] Por otra parte, estos evangélicos, en sus publicaciones, congresos y praxis, han promovido un radical compromiso social.[22] En su lucha incesante por la justicia, este movimiento representa una especie de “izquierda evangélica”.
Como el nombre indica, la teología evangélica es la teología de las buenas nuevas de la vida, muerte y resurrección corpórea de Jesucristo. Como tal, la teología evangélica no se fundamenta en conceptos generales de religión ni en el sentimiento piadoso nuestro sino en la acción histórica de Dios para nuestra salvación, conocida también como el kerigma. Esas buenas nuevas son el evangelio de Dios (Rom 1:1; 1Ts 2:9) y de Jesucristo (Mr 1:1; Rom 1:9; de la gloria de Cristo, 2 Cor 4:4), el evangelio de la gracia de Dios (Hch 20:24), el evangelio de la salvación (Rom 1:16; cf Ef 1.13) el evangelio del reino (Mt 9.35; cf. Hch 28:31) y “buenas nuevas a los pobres” (Mat 11:5; Lc 4:18). En su conjunto, estas frases descriptivas resumen mucho de lo que es la teología evangélica. Es una teología desde la fe, en busca de inteligencia y eficacia.
Los evangélicos damos mucha prioridad a la normatividad de las escrituras y por eso a la cuidadosa exégesis bíblica, incluso con el empleo de los métodos críticos de la moderna ciencia bíblica.[23] Tampoco insistimos en la interpretación literal de los primeros capítulos de Génesis. El libro de Bernard Ramm sobre la Biblia y la Ciencia abrió el camino hacia nuevos enfoques del tema de la creación, de modo que la polémica anti-evolucionista no pertenece a la agenda evangélica.[24] De igual manera han liberado la exégesis del Apocalipsis del literalismo a priori que distorsionaba su interpretación. En vez de rechazar a priori toda autoridad, los evangélicos persiguen la meta de “autoridad (las escrituras) sin autoritarismo, tradición (la historia) sin tradicionalismo, y dogma (la teología) sin dogmatismo”.
A diferencia de los ortodoxos del siglo XVII y los fundamentalistas del siglo XX, los evangélicos radicales buscan enseñar “todo el consejo de Dios”, no sólo una agenda polémica reduccionista. Buscan también ser radicalmente autocrítica, para cuestionar su propia tradición, y radicalmente honestos para aprender de otras tradiciones y movimientos (p.ej. de Karl Barth). Buscan también ser radicalmente comprometido con América Latina hoy, en la lucha por la justicia y la paz. Mantiene su identificación con los sectores evangélicos y pentecostales de la iglesia latinoamericana, esperando en Dios transformarla día a día en una iglesia más fiel a la Palabra.
Dos movimientos más recientes han enriquecido nuestro debate teológico. La teología de la liberación, en cuanto teología autóctona latinoamericana, ha sido en gran medida compatible con la teología evangélica radical. Muchos de ellos han hecho valiosos aportes bíblicos, pero otros han incorporado elementos de la teología liberal europea y norteamericana. Por otra parte, en recientes décadas la Fraternidad Teológica Latinoamericana ha logrado, y está logrando, renovar el protestantismo en latinoamericana con una dinámica nunca vista antes. Los cinco “Clade” (Congreso latinoamericano de evangelización) y las publicaciones y diversos ministerios del Centro Kairós (como por ejemplo el CETI) desde Buenos Aires nos han vigorizado y nos han hecho madurar. Es un ejemplo inspirador de lo que se puede lograr, desde la Palabra de Dios, dentro de la gran comunidad evangélico-pentecostal.
José Miguez Bonino, con palabras profundamente conmovedoras, se describió como evangélico y fue miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. “Pero si se trata de definirme en mi fuero interior, lo que me sale de adentro es que soy evangélico. En ese suelo parecen haberse ido hundiendo a lo largo de más de setenta años las raíces de mi vida religiosa y de mi militancia eclesiástica. De esa fuente parecen haber brotado las alegrías y los conflictos, las satisfacciones y las frustraciones que se han ido tejiendo a lo largo del tiempo. Allí brotaron las amistades más profundas y allí se gestaron distanciamientos dolorosos… Si en verdad soy evangélico o no, tampoco me corresponde a mí decirlo. Ni me preocupa que otros lo afirmen o nieguen. Lo que en verdad soy corresponde a la gracia de Dios” (Rostros del protestantismo latinoamericano, BsAs/Grand Rapids 1995, pp. 5-6).
Conclusión
Los apelativos “fundamentalista”. “evangélico” y “liberal” deben entenderse estrictamente desde su origen histórico. Cada tendencia tiene sus raíces en los siglos XVI-XIX. El fundamentalismo es una reencarnación de la ortodoxia protestante escolástica del siglo XVII, mientras la teología evangélica tiene sus orígenes e inspiración en la Reforma evangélica del siglo XVI, a la cual busca ser fiel en nuestro moderno contexto tan distinto. La teología liberal, por su parte, surge del intento de Schleiermacher de responder al moderno escepticismo racionalista en los mismos términos de ellos.
Referencias
[1] Sobre estos términos ver también juanstam.com, “Soy un radical conservador liberal” (27 marzo 2009) y “Soy un evangélico católico pentecostal” (28 marzo 2009). Cf, además “Teología evangélica: las buenas nuevas de la muerte y resurrección de Jesús” http://www.juanstam.com 1 de abril 2012.
[2] Bajo este término, en su sentido más amplio, incluimos no sólo Lutero y Calvino pero también la Reforma Radical, sin desconocer los aportes del movimiento wesleyano.
[3] Los wesleyanos amplían la “sana razón” de Lutero en el llamado “cuadrilátero wesleyano”: las cuatro fuentes de la teología son las escrituras, la razón, la tradición y la experiencia. (Según otra formulación, la fuente definitiva es la escritura, iluminada por la experiencia, la razón, la tradición y la creación). Las demás fuentes complementan el testimonio bíblico, pero no pueden contradecirla. “La norma del cristiano respecto de lo bueno y lo mal es la Palabra de Dios, los escritos del Antiguo y Nuevo Testamento…” (Obras de Wesley, Tomo I, Sermón 12, pp. 229-30; citado en Jorge Bravo, “La teología de Juan Wesley: un reto para el presente”. http://www.angelfire.com/pe/jorgebravo/teologia1.htm.
[4] Por eso José Martí admiraba a Lutero y opinó que todo amante de la libertad debía colgar un retrato de Lutero en la pared de su casa; ver ”Sobre la teología de los reformadores: unas reflexiones” http://www.juanstam.com 31 octubre 2011.
[5] Parece que la frase latina fue acuñada por la iglesia reformada holandesa del siglo XVII, pero describe fielmente la actitud de los reformadores del XVI.
[6] Entre los teólogos ortodoxos figuran Abraham Calovius, Johann Gerhard, Francis Gomarus, Amandus Polanus y los tres Turrettini (abuelo, hijo y nieto: ¡una verdadera dinastía!). Teólogos más abiertos eran Georg Calixto y Moise Amyraut,
[7] Humanistas del Renacimiento en Italia: Petrarco, Boccaccio, Lorenzo Valla, Pico della Mirandola. Algunos en Europa del norte: Juan Reuchlin, Felipe Melanchthon, Juan Colet, Sir Thomas Moro, William Budé y Erasmo.
[8] En este proceso jugó un papel importante el pensamiento de René Descartes (1597-1650) e Imanuel Kant (1724-1804). En 1793 Kant publicó La religión dentro de los límites de la mera razón. Era muy popular el deismo, más que el ateísmo mismo.
[9] Interesantemente, los moravos introdujeron prácticas que siguen caracterizando a movimientos evangélicos hasta hoy: grupos pequeños, predicación fuera de los templos, himnología evangélica más personal, proyección misionera etc.
[10] Se puede decir que Schleiermacher centró su teología en la religión en lugar del evangelio o la revelación
[11] Sobre la teología liberal, especialmente de finales del siglo XX, son valiosos los escritos de Gary Dorrien de Union Seminary de Nueva York’: “American Liberal Theology” en Cross Currents 55:4, 2005-6 y los tres tomos de The Making of American Liberal Theology (John Knox Press)
[12] George Marsden, Understanding Fundamentalism and Evangelicalism (Eerdmans, 1991)., citado enen.wikipedia.org/wiki Evangelicalism).
[13] Aunque algunos de estos movimientos evangélicos apreciaban ciertos aportes del pietismo, no compartían su desprecio de la reflexión teológica y los credos. Estos “evangélicos antes de los evangélicos” insistían en la fidelidad a las escrituras, la deidad de Cristo y su obra redentora, la necesidad de una conversión personal y de la santidad. Se oponían a la ortodoxia muerta y el ritualismo como también a la corriente liberal.
[14] Charles Simeon, que tuvo un gran impacto en Cambridge, dijo que su tema central era “Jesucristo y éste crucificado”. Con espíritu evangélico, Heim dijo que la meta de todo su trabajo era “confrontar a las personas con el Cristo viviente”.
[15] Ver Mark Noll, The Rise of Evangelicalism: The Age of Edwards, Whitefield, and the Wesleys(IVP 2003).
[16] Es especialmente valioso el libro de Donald W. Dayton, Discovering an Evangelical Heritage (Descubriendo una herencia evangélica), Hendrickson 1976 (revisión y quinta impresión 2005).
[17] Otros defectos congénitos del fundametalismo eran el literalismo, el legalismo y el dogmatismo.
[18] Por esta honestidad de de G. Berkouwer, Karl Barth reconoció su libro, The Triumph of Grace in theTheology of Karl Barth, como el mejor libro sobre su teología. La misma integridad caracterizó la tesis de E.J. Carnell sobre Reinhold Niebuhr y los trabajos de evangélicos como P.K, Jewett, B. Ramm. G. Ladd, R. Mounce y otros. Cf. Stam, “ética y estética del discurso teológico” en Haciendo teología en América Latina, Tomo I, pp. 23-45.
[19] Igual que los reformadores, este nuevo movimiento afirmaba el evangelio como buenas nuevas, y (junto con los ortodoxos y fundamentalistas) sostenía las doctrinas básicas de la deidad de Jesucristo y su resurrección, pero sin la rigidez escolástica. La espiritualidad de los neo-evangélicos tuvo raíces en el pietismo y el movimiento wesleyano, y su ética tuvo antecedentes en el evangelio social de Rauschenbusch.
[20] Este título puede verse como un oxímoron, ya que el evangelio no implica una mentalidad conservadora. El adjetivo y el sustantivo se contradicen.
[21] La fascinante historia de las casi ocho décadas de Fuller Seminary demuestra esa impresionante libertad, dentro de parámetros evangélicos.
[22] Entre las revistas han sido importantes Sojourners, The Other Side y The Wittenberg Door. Sus encuentros sobre temas sociales han sido numerosísimos, comenzando con la consulta de Wheaton (1966), Lausanne (1974), Wheaton (1983), los Clade y la Red Miqueas en América Latina.
[23] Se destaca el extraordinario aporte de F.F. Bruce a la exégesis y la teología bíblica, empleando fielmente los métodos críticos. Cf. el libro de George Ladd sobre la Crítica Bíblica. De hecho, los biblistas evangélicos han estado entre los mejores de la época moderna.
[24] Cf. Stam, Las buenas nuevas de la creación (Nueva Creación 1995; Kairós 2003).